En torno al 8.000 a.C. se produjo lo que conocemos como la revolución neolítica,. Es decir, el profundo cambio que se produjo en la economía que pasó de ser cazadora y recolectora, a agricultora y ganadera.
Este cambio produjo modificaciones en el estilo de vida y en las herramientas utilizadas. Los útiles se perfeccionarion y algunas fueron de piedra pulimentada. Algunas nuevas herramientas fueron azadas para cavar, hoces para segar, hachas, picos, molinos para el grano, etc. También se descubre la cerámica, que permitió guardar el grano, y el tejido para fabricar prendas de vestir.
El ser humano habría prendido los ciclos naturales de las plantas y lo aplicaría para obtener nuevos alimentos con los que asegurar su subsistencia como el trigo, centeno, cebada, arroz o maíz. Comenzarían a mantener en cautividad animales salvajes que tenían a su alcance, domesticando ovejas, cabras, perros o bueyes.
La agricultura permitió a los seres humanos hacerse sedentarios, instalándose cerca de las tierras que cultivaban y al lado de cursos de agua.
Los primeros asentamientos favorecieron la aparición de poblados formados por pequeñas cabañas hechas de barro y paja, situadas en zonas poco elevadas.
Surgió el concepto de propiedad privada. La tierra, o los utensilios pasarían a tener un carácter personal, y esto originó las primeras desigualdades sociales y, en consecuencia, las primeras formas de poder político.
El culto a los muertos sigue siendo muy importante. Se enterraban con ajuares y realizaban ritos religiosos.
La pintura, la escultura y la cerámica alcanzaron un gran desarrollo. A finales de este período aparecen monumentos megalíticos con una clara función funeraria como los dólmenes o los sepulcros de galería. Otros monumentos megalíticos fueron los menires y los cromlechs.
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